Internet y el cerebro

¿Deberíamos preocuparnos?

¿Cómo nos está cambiando el Internet? ¿La tecnología digital está minando nuestra capacidad de pensar? ¿Concentrarse? ¿Ser creativo? ¿Para ser nosotros mismos?

Como especie, somos inmensamente adaptativos. Es nuestro genio Ayudados por cerebros grandes y por nuestra capacidad de conciencia, hemos sido capaces de una gran flexibilidad. Al recibir y almacenar grandes cantidades de información, nos ajustamos constantemente al cambio, generalmente sin siquiera darnos cuenta.

Recientemente, Nicholas Carr ha argumentado que esta misma "plasticidad" está degradando nuestra capacidad de pensar. A medida que nos adaptamos a las constantes interrupciones de internet, nuestra capacidad de concentración sostenida se erosiona. Surfear en la red y multitarea complica el problema. Él argumenta que nos adaptamos a los libros hace 500 años después de la invención de la imprenta, y nuestra capacidad de "lectura profunda" condujo a grandes avances en el desarrollo de nuestra cultura. Pero ahora, a medida que nos adaptamos a las computadoras y la conectividad de banda ancha, estamos perdiendo gran parte de lo que ganamos. (Vea su libro, The Shallows: Lo que Internet le está haciendo a nuestro cerebro).

Su argumento gana credibilidad a partir de recientes descubrimientos de neurociencia que muestran que el cerebro es extraordinariamente más plástico y adaptable de lo que alguna vez pensamos. Con el entrenamiento adecuado, una parte del cerebro puede hacerse cargo de las funciones de otro. (Véase, por ejemplo, El cerebro que cambia a sí mismo de Norman Doidge.) Esta es una gran noticia para las víctimas de accidentes cerebrovasculares, pero más alarmante para quienes estamos más preocupados por perder los logros de la civilización que tanto nos costó ganar. Si usamos nuestras mentes de la manera superficial a la que nos alienta internet, perderemos nuestra capacidad de pensar más profundamente.

Sin duda, seguimos adaptándonos a Internet, a las computadoras y teléfonos celulares, ya que nos adaptamos a la radio y la televisión, a los barcos a vapor y a los aviones.

La luz eléctrica permitía trabajar las 24 horas del día y eso, a su vez, dislocaba los bio-ritmos de larga data. ¿Harán los discos duros obsoletos la memoria a largo plazo? ¿Google degradará nuestra capacidad de reflexión?

El libro de Carr es alarmista, está lleno de material anecdótico sobre cómo los autores han dejado de leer y los estudiantes han dejado de pensar. Pero, francamente, si bien es cierto que nuestros cerebros se están adaptando rápidamente al mundo digital, existen diferencias fundamentales entre las computadoras y los cerebros. Las computadoras, y los teléfonos celulares, y los televisores, y los iPod, y todo lo demás, procesan la información. Nuestra experiencia en el proceso del cerebro Los cerebros son parte de nuestros cuerpos y tienen múltiples canales de entrada. Están constantemente sintetizando y reintegrando nuevos datos de los sentidos y memorias con esquemas de reacción y respuesta, cada vez de manera diferente. Como resultado, no se combinan fácilmente con los programas invariables de las computadoras. Los cerebros no son herramientas. Son mentes propias.

Sí, todos podemos formar malos hábitos de navegación irreflexiva. Podemos volvernos adictos a la pornografía en Internet o atraparnos en la búsqueda de más "amigos" de lo que sabemos con qué hacer. Pero nuestra experiencia será mediada y moderada por nuestros cuerpos, y tienen muchas más agendas de las que posiblemente podamos conocer, y generalmente no somos conscientes de lo que son. No sería tan fácil como Carr teme anularlos a todos.

Aún no es hora de alarmarse.