¿Las cicatrices siempre nos hacen más fuertes?

Hemos escuchado el cliché: nuestras cicatrices nos hacen más fuertes. Muchos lo creen. Pero aferrarse a este tropo conveniente puede ser, en el mejor de los casos, miope y, en el peor de los casos, causar daño a quienes tienen cicatrices físicas, ya sea nosotros o los que nos importan. Cuando entramos en el cliché que insiste en la fuerza que crean las cicatrices, o la imponen a los demás, nos perdemos descubrimientos importantes.

¿Qué pasa si no somos orgullosos de nuestras cicatrices? ¿Qué pasa si a veces deseamos que nuestras cicatrices no fueran visibles? ¿Qué pasa si no nos dan una sensación de fortaleza sino que nos causan angustia? ¿Qué tan poderoso puede ser si despreciamos o estamos disgustados por partes de nuestros cuerpos? Las cicatrices visibles proporcionan a los demás una ventana a nuestras vidas, pero ¿qué sucede si no deseamos que los demás puedan ver? ¿Qué pasa si nuestras cicatrices nos recuerdan tiempos o lugares terribles en los que hemos estado, experiencias que nunca podremos dejar porque podemos verlas con solo echar un vistazo?

Al recopilar historias de cicatrices durante los últimos años para una antología que edité, descubrí que, como la mayoría de las cosas en la vida, hay una amplia gama de sentimientos y matices fascinantes que revelan el bromuro "nuestras cicatrices nos hacen más fuertes" como solo uno entre gran cantidad de formas de sentir las cicatrices.

Tal vez mi mayor revelación con respecto a las historias de cicatrices -la mía incluida- es que no es la gravedad o la ubicación de la cicatriz la que tiene el mayor potencial para dar forma a su portador. Las influencias más fuertes en nuestra comprensión del papel de la cicatriz en nuestras vidas son las narrativas que nos contamos a nosotros mismos y las narrativas que compartimos con los demás. Estas no son siempre las mismas historias.

Considere este ejemplo: Para aquellos que tienen cicatrices quirúrgicas por procedimientos que ocurrieron mientras estaban bajo anestesia, o aquellos que han soportado traumas cuando no estaban conscientes, las cicatrices pueden ser inquietantes recordatorios de que nuestros cuerpos físicos han soportado circunstancias que nuestras mentes no pueden recordar . Aunque la experiencia en sí no es un recuerdo accesible, nuestros cuerpos sirven evidencia física de esos interludios oscurecidos u olvidados. Para dar sentido a la situación (que puede ser inquietante o incluso atemorizante), necesitamos crear una narrativa cohesiva para llenar ese lapso en el tiempo o la memoria. Decirle a una persona en medio de este proceso que sus cicatrices la hacen más fuerte sugiere que se salte en el arco narrativo del trauma, que llegue a una conclusión que no llegó orgánicamente, que marque un final prescrito antes de que la trama se haya desarrollado.

James Peter Warbasse/Flickr/CC
Fuente: James Peter Warbasse / Flickr / CC

En definitiva, si el proceso de lidiar con nuestras cicatrices determina la forma en que nos sentimos acerca de ellas, tiene sentido no detener esta exploración esencial al proporcionar un cliché, sino alentar a cada portador a considerar cuidadosamente qué significan sus cicatrices para ella.

Tal vez hemos visto consideraciones similares en la evolución de la icónica cinta de cáncer de mama rosa: primero, generalmente se adoptó como un símbolo adecuado, luego se reconoció más ampliamente que el cáncer de mama "no es solo una cinta rosada", y entonces ¿qué? seguido fue el deseo de explorar las historias individuales detrás de esas cintas rosadas.

Del mismo modo, el cliché de la cicatriz de la fuerza intenta proporcionar una destilación de lo que las cicatrices significan para todos, punto. Una respuesta lista aplicable universalmente. A veces, el peligro de tener una respuesta es que no haces preguntas. Hacer preguntas puede ser más importante que tener respuestas porque las preguntas que podemos plantear y las respuestas que podemos sugerir están dictadas por la amplia gama de cosas que nos hacen individuos únicos: nuestros genes, nuestras experiencias, nuestra apariencia y las historias que contamos nosotros y otros sobre quiénes somos.

Pero los clichés existen por una razón. Entonces, ¿qué pasa con nuestras cicatrices que realmente nos hacen más fuertes? ¿Se supone que las cicatrices son recordatorios físicos de que hemos reunido la fuerza para superar los tiempos difíciles? Tal vez nuestra fortaleza no emane de las marcas reales en nuestros cuerpos, sino del trabajo que hacemos al descubrir cómo contar las historias de esas marcas. Las cicatrices son simplemente emblemas de cualquier narración que les atribuyamos. Los humanos tenemos el potencial de superar tanto daño, incluso el daño que nos hemos hecho a nosotros mismos. Somos (o al menos podemos ser) resilientes, pero esa capacidad de recuperación se basa tanto en si construimos narrativas que derrotan o empoderan. Si una narrativa de cliché no está vibrando con la realidad, podemos perder una oportunidad de fortaleza real y sostenida.

Un pensamiento: Antes de decirse a sí mismo oa otra persona "nuestras cicatrices nos fortalecen", explore la historia detrás de la cicatriz y anime a los demás a hacer lo mismo. Vea lo que usted y sus seres queridos pueden desenterrar. Lo que se revela más allá del cliché es probablemente mucho más rico y gratificante.

Para más historias de cicatrices y lo que significan en la vida de los demás, recoge una copia de mi libro, Scars: An Anthology.