El fruto del dolor, las dificultades y la decepción es la empatía

El dolor, las dificultades y la decepción tienen un propósito valioso en la vida.

9nong/RF123

Fuente: 9nong / RF123

El dolor, las dificultades y la decepción son las semillas de la empatía y la comprensión. Cuando nacemos, el mundo realmente gira alrededor de nosotros. Lloramos y nuestros padres nos alimentan. Nos quejamos y cambiamos nuestros pañales sucios. Bramamos y nuestros padres nos consolan. Nos convertimos en el centro del universo, al menos en el mundo de nuestros padres. Permanecemos así hasta que alcanzamos la edad en que nos damos cuenta de que el mundo es más grande que el pequeño espacio en el que habitamos. A medida que nuestro mundo se expande, debemos interactuar con otras personas. Debemos entender la vida desde su perspectiva. Debemos integrar nuestra perspectiva de la vida con las perspectivas de las personas que encontramos a lo largo de nuestras vidas. La integración es difícil porque solo conocemos el mundo a través de una perspectiva singular: la nuestra.

La empatía es el medio por el cual entendemos la vida desde la perspectiva de otra persona. La empatía no es posible a menos que compartamos experiencias iguales o similares a las de otras personas. No podemos entender el dolor hasta que nos duele. No podemos entender la decepción hasta que estamos decepcionados. No podemos entender el dolor hasta que sintamos dolor. La verdadera empatía y la comprensión tienen lugar solo cuando tenemos algo contra lo que podemos juzgar las experiencias físicas y emocionales de los demás. La acumulación de nuestras experiencias personales se convierte en norma contra la cual juzgamos los comportamientos y emociones de otras personas.

Si vemos a una persona caer y rascarnos las rodillas, podemos empatizar con esa persona porque nos caímos y nos raspamos las rodillas en el pasado. Conocemos el dolor de la muerte cuando otros pierden a un pariente o amigo porque nosotros también hemos perdido a nuestros seres queridos y sabemos cómo nos sentimos. Nuestras experiencias personales nos permiten extender esos sentimientos a la persona que experimentó o está experimentando el mismo evento o similar.

Desafortunadamente, para desarrollar una verdadera empatía, debemos sufrir el mismo dolor y dificultades que las personas con las que empatizamos. Si no sufrimos el mismo dolor y dificultades, no tenemos nada contra lo cual juzgar el dolor y las dificultades de otras personas. Cuanto más envejecemos, más empáticos nos volvemos porque hemos acumulado una larga lista de dolores, dificultades y decepciones.

El dolor, las dificultades y la decepción tienen un propósito valioso en la vida, aunque rara vez vemos el valor mientras estamos en medio de nuestra propia angustia. El verdadero valor de nuestro sufrimiento se realiza cuando somos capaces de consolar a las personas que sufren o sufrieron como lo hicimos nosotros. La empatía es el vínculo que une a una persona con otra. Los verdaderos lazos empáticos traen una profunda comprensión de otra persona y, en última instancia, aporta alegría. Una alegría que nunca experimentaríamos sin dolor, dificultades y decepciones.