Explicación del poder de la música

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Fuente: Sovereign Health / Shutterstock

La música puede ser una poderosa herramienta emocional. Los sonidos dulces y sombríos de "Someone Like You" de Adele pueden provocar escalofríos, o incluso lágrimas, a los oyentes. En el siglo XVIII, el encanto emocional de la música no era diferente: las notas silenciosas y reverberantes del Concierto para piano n. ° 23 de Mozart aún pueden evocar la soledad y la desesperación. Hay pocas cosas más satisfactorias que cantar gritos junto a Nirvana cuando estás enojado, u omitir una canción de Taylor Swift después de un día particularmente bueno. Utilicé sonidos agradables de la naturaleza, como lluvia, olas en la orilla, prados o bosques con pájaros, o música que el paciente encuentra tranquilizadora, en lugar de desensibilización y reprocesamiento del movimiento ocular (EMDR) con éxito en pacientes con TEPT.

Al final, las emociones evocadas por la música no solo se sienten bien, también son saludables para ti. Un metaanálisis de 400 estudios de música descubrió que escuchar música tiene la capacidad de reducir la ansiedad, combatir la depresión y estimular el sistema inmunológico. Los musicoterapeutas clínicos incluso han comenzado a aparecer, prescribiendo música para todo, desde el Alzheimer hasta el trastorno del espectro autista (además de otros tratamientos, por supuesto).

Pero, ¿pueden las emociones asociadas con la música ser dañinas?

Cuando la música tiene un impacto negativo en la salud mental

Un equipo de investigación del Centro de Investigación Interdisciplinaria de la Música de la Universidad de Jyväskylä, la Universidad de Helsinki y la Universidad de Aalto en Finlandia publicaron recientemente un estudio en Frontiers in Human Neuroscience. El equipo, dirigido por la estudiante de doctorado Emily Carlson, quería examinar si la modulación de las emociones a través de la música podría dañar la salud mental de una persona.

¿La respuesta? Sí. A veces.

En el estudio, los investigadores realizaron pruebas psicológicas en un total de 123 pacientes entre las edades de 18 y 55 años, aproximadamente la mitad de los cuales eran mujeres. A los participantes se les hizo una serie de preguntas sobre su salud mental. Luego, los científicos usaron sus respuestas para evaluar el nivel de depresión, ansiedad y neuroticismo de cada participante.

Los participantes también fueron evaluados en lo que se conoce como la escala de regulación de la música en el estado de ánimo, o MMR. Según la MMR, la forma en que los individuos regulan su estado de ánimo con la música se puede dividir en siete categorías: Entretenimiento, Revival, Sensación fuerte, Trabajo mental, Consuelo, Desvío y Alta. Las últimas tres categorías (Solace, Diversion y Discharge) son todas formas en que los individuos pueden usar la música para regular las emociones negativas.

Con Solace , la gente escucha música que coincide con su estado emocional, por ejemplo, música triste si están tristes. Las personas que escuchan música en busca de consuelo usan esa música para sentirse comprendidos y menos solos. Por ejemplo, una persona con depresión podría escuchar una canción sobre vivir con la enfermedad y encontrar consuelo en ella.

Con Diversion , la gente escucha música para distraerse de su mal humor. Esta música no necesita coincidir con su estado mental. Por ejemplo, una persona ansiosa puede cantar una canción feliz hasta que la ansiedad se disipe.

Con Discharge , las personas escuchan música que coincide con su estado emocional para expresar mejor esa emoción. Por ejemplo, una persona que está frustrada puede cantar a la música enojada para proporcionar una salida a esa frustración.

Según el estudio, los hombres (pero no las mujeres) que utilizaron el método de descarga de escuchar música tenían mayores niveles de ansiedad y neuroticismo que los demás participantes. En otras palabras, desahogar las emociones negativas a través de la música no ayuda a aliviar esas emociones negativas, de hecho, puede incluso empeorarlas.

Cómo los estilos de escuchar música impactan en el cerebro

Los investigadores de este estudio no solo observaron los hábitos de salud mental y música de cada participante, sino que también observaron la respuesta neurológica de cada participante a la música. Los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI), una técnica de imágenes cerebrales que utiliza el flujo sanguíneo para determinar qué áreas del cerebro están activas. Durante el escaneo cerebral, los participantes escucharon clips de música feliz, triste y aterradora.

Los hombres que prefirieron expresar sus emociones negativas a través de la música negativa (es decir, el método de alta) tuvieron una actividad significativamente menor en la corteza prefrontal medial (mPFC) que los otros grupos participantes. Por el contrario, las mujeres que usaban la música para distraerse de los estados de ánimo negativos (es decir, el método de Desviación) habían aumentado la actividad en el mPFC.

¿Qué tiene de importante el mPFC?

"El mPFC está activo durante la regulación de la emoción", explicó la autora principal del estudio, Elvira Brattico, Ph.D. "Estos resultados muestran un vínculo entre los estilos de escucha de música y la activación de mPFC, lo que podría significar que ciertos estilos de escucha tienen efectos a largo plazo en el cerebro".

¿Qúe significa todo esto?

Cuando estás luchando de mal humor, ¿por qué a veces es saludable escuchar música y, a veces, no saludable?

La música es un mecanismo para hacer frente y, desafortunadamente, no todos los mecanismos de adaptación son buenos. Por ejemplo, utilizar ventilación y rumiación como mecanismos de afrontamiento se relacionan positivamente con la depresión y otros trastornos del estado de ánimo. El uso de la distracción y la reevaluación positiva (o "observar el lado bueno"), mientras tanto, se correlaciona negativamente con la depresión.

Entonces, la próxima vez que tenga un mal día y se acurruque en la cama con los suaves sonidos de Mozart (o Taylor Swift), piense: ¿por qué escucho esta música? Cuando termine de escucharlo, ¿me sentiré mejor? ¿O peor?

Contribuido por Courtney Lopresti, MS