Las máscaras que vestimos

Nuestras caras públicas y privadas

Photo by John Noonan on Unsplash

Fuente: Foto de John Noonan en Unsplash

En la vida cotidiana, todos usamos máscaras. Es parte de la realidad de la vida que tenemos diferentes “máscaras” o personajes que proyectamos para el público.

Pero lo importante es tener un conocimiento consciente de lo que estamos haciendo y ser capaces de ver si las máscaras que vestimos interfieren con la vida saludable.

Periódicamente les pido a los clientes que creen dos máscaras de sí mismos: la máscara “exterior” que permiten que otros vean y la máscara “interior” que pocas personas ven. Lo extraordinario de este ejercicio no es solo las diferencias que surgen entre las imágenes, sino también cómo los aspectos inconscientes de uno mismo se vuelven mucho más evidentes. Los clientes que nunca compartan verbalmente esta información conmigo, sienten que es permisible hacerlo a través del arte. En otras palabras, este ejercicio creativo similar a otros esfuerzos artísticos puede eludir los esfuerzos conscientes de una persona para contener ciertos pensamientos y sentimientos porque el ejercicio en sí mismo puede proporcionar contención para sus temores de rechazo, juicio e inseguridades.

A los efectos de este ejercicio, un cliente no solo aprende más acerca de sí mismo a través de esta representación visual, sino de su capacidad para compartir esto con otros. Al hacerlo, pueden comenzar a notar similitudes, diferencias y otros temas en los que pueden querer trabajar para mejorar su mundo emocional.

Por ejemplo, muchos clientes masculinos se sienten atrapados al retratarse a sí mismos como personas que todo lo saben, confiados y que nunca carecen de brío o seguridad. Pero cuando retiramos las capas, emergen el miedo, la ansiedad, la depresión, el dolor y otras facetas del verdadero yo.

Parte de mi trabajo como terapeuta es encontrar un canal a través del cual este lado reprimido pueda encontrar seguridad, ser conocido e integrado con el resto del yo. Ese es el trabajo duro, no de la terapia, sino de la vida misma: la capacidad de estar completo. Dejar de necesitar sustancias, adicciones, anhelo de poder o prestigio para sentirse completo, pero sentirnos seguros de nosotros mismos por el mero hecho de serlo.