(Cómo) "Sé el cambio que deseas ver en el mundo"

Mahatma Gandhi enseñó que debemos esforzarnos por ser el cambio que deseamos ver en el mundo. Esta declaración es un llamado a la autenticidad personal y sugiere que hagamos todo lo posible para incorporar en el carácter y la acción lo que vería creado para nosotros, nuestros compañeros y las generaciones futuras.

Mahatmaji era un hombre de Dios. El día en que recibió el disparo, la última palabra que salió de sus labios no fue "Ouch" o "Oh, mi …" o "[eliminó el improperio]", sino, más bien, "Ram" (pr., R -ah-m). Ram es uno de los muchos nombres de Dios.

Tan imbuido estaba Gandhi con el espíritu de su intención personal de no caer en la ilusión narcisista del ego, sino quedarse con su autopercepción superconsciente. El hombre recibió un disparo a quemarropa y, sin embargo, permaneció presente y, en el momento de su muerte, reconoció a Dios a los ojos de su asesino. No se obtiene mucho más auténtico que eso.

La autenticidad consiste en permanecer conectado con nuestra verdadera naturaleza: el personaje que creamos para nosotros y al que nos suscribimos. El desafío consiste en decidir quién o qué es lo que queremos crear.

Todos tenemos ante nosotros dos tazas, una de veneno y otra de néctar. El veneno es representativo de nuestra naturaleza ligada al ego: nuestro despecho, nuestro odio, nuestra ira, rencor, rencor y necesidad de venganza. El néctar es el fruto de la libertad, el dejar ir aquello que nos une a nuestro propio sufrimiento creado por nosotros mismos.

Si nos aferramos a nuestra ira y resentimiento hacia otro, al hacerlo, elegimos beber el veneno; estamos atrapados dentro de nuestra propia ilusión narcisista del ego y perpetuamos no solo nuestro propio sufrimiento, sino también el sufrimiento de la persona a la que despreciamos.

Si elegimos abandonar nuestro engaño y, metafóricamente, vemos a Dios en los ojos de nuestro asesino, nos liberamos a nosotros mismos y al objeto de nuestra ira, volviendo a nuestra bondad fundamental y reconociendo la bondad fundamental del otro. Al no permitirnos estar a merced de nuestro propio miedo, odio, ira o rencor, nos transformamos no solo a nosotros mismos y a nuestra propia experiencia, sino también a la experiencia de quienes nos rodean.

Al soltarnos, nos convertimos en el cambio.

© 2009 Michael J. Formica, Todos los derechos reservados

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