El cerebro en llamas: depresión e inflamación

Los estudios demuestran que existe una relación entre la inflamación y la depresión.

Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es la principal causa de discapacidad. Desafortunadamente, 30 a 60 por ciento de los pacientes no responden a los tratamientos antidepresivos disponibles (Krishnan y Nestler, 2008). En otras palabras, del 40 al 70 por ciento de los pacientes no reciben ayuda de los tratamientos existentes. Un área de investigación podría arrojar algo de luz sobre por qué los antidepresivos actuales no ayudan a una parte considerable de los pacientes.

Existe una creciente evidencia de que la inflamación puede exacerbar o incluso dar lugar a síntomas depresivos. La respuesta inflamatoria es un componente clave de nuestro sistema inmunológico. Cuando nuestros cuerpos son invadidos por bacterias, virus, toxinas o parásitos, el sistema inmunológico recluta células, proteínas y tejidos, incluido el cerebro, para atacar a estos invasores. La estrategia principal es marcar las partes del cuerpo lesionadas, para que podamos prestarles más atención. La inflamación local hace que las partes lesionadas se pongan rojas, inflamadas y calientes. Cuando la lesión no está localizada, el sistema se inflama. Estos factores proinflamatorios dan lugar a “comportamientos de enfermedad”. Estos incluyen cambios físicos, cognitivos y de comportamiento. Normalmente, la persona enferma experimenta somnolencia, fatiga, tiempo de reacción lento, deterioro cognitivo y pérdida de apetito. Esta constelación de cambios que tienen lugar cuando estamos enfermos es adaptativa. Nos obliga a dormir más para sanar y permanecer aislados para no propagar infecciones.

Sin embargo, una respuesta inflamatoria prolongada puede causar estragos en nuestros cuerpos y puede poner en riesgo de depresión y otras enfermedades. Hay mucha evidencia que consolida el vínculo entre la inflamación y la depresión. Por ejemplo, los marcadores de inflamación están elevados en personas que sufren de depresión en comparación con los que no están deprimidos (Happakoski et al., 2015). Además, los indicadores de inflamación pueden predecir la gravedad de los síntomas depresivos. Un estudio que examinó a gemelos que comparten el 100 por ciento de los mismos genes encontró que el gemelo que tenía una mayor concentración de PCR (una medida de inflamación) tenía más probabilidades de desarrollar depresión cinco años después.

Los médicos notaron que sus pacientes de cáncer y hepatitis C tratados con terapia con IFN-alfa (aumenta la respuesta inflamatoria) también sufrían de depresión. Este tratamiento aumentó la liberación de citoquinas proinflamatorias, lo que dio lugar a una pérdida de apetito, trastornos del sueño, anhedonia (pérdida de placer), deterioro cognitivo e ideación suicida (Lotrich et al., 2007). La prevalencia de depresión en estos pacientes fue alta. Estos resultados agregan credibilidad a la historia de la inflamación de la depresión.

Estudios cuidadosos posteriores demostraron que el aumento en la prevalencia de la depresión en pacientes tratados con IFN-alfa no solo se debía a que estaban enfermos. Usando un método simple de inyectar a sujetos sanos con invasores del sistema inmunológico, los investigadores encontraron tasas más altas de síntomas depresivos en los que estaban expuestos en comparación con el grupo de placebo. Los sujetos que fueron inducidos a tener una respuesta inflamatoria se quejaron de síntomas tales como estado de ánimo negativo, anhedonia, trastornos del sueño, aislamiento social y deterioro cognitivo.

El vínculo entre la inflamación y la depresión es aún más sólido para los pacientes que no responden a los antidepresivos actuales. Los estudios han demostrado que los pacientes resistentes al tratamiento tienden a tener factores inflamatorios elevados que circulan al inicio del estudio que los que responden. Esto es clínicamente importante; Un médico puede utilizar una medida como los niveles de PCR, que forman parte de un examen físico de rutina, para predecir la respuesta terapéutica a los antidepresivos. En un estudio, encontraron que el aumento de los niveles de una molécula de inflamación antes del tratamiento predecía una respuesta pobre a los antidepresivos (O’Brien et al., 2007).

Hay factores ambientales que causan inflamación y, por lo tanto, elevan el riesgo de depresión: estrés, bajo nivel socioeconómico o una infancia problemática. Además, una respuesta inflamatoria elevada conduce a una mayor sensibilidad al estrés. El efecto ha sido reportado en múltiples estudios en ratones. Por ejemplo, los ratones que se han sometido a estrés impredecible crónico tienen niveles más altos de marcadores de inflamación (Tianzhu et al., 2014). Curiosamente, hay diferencias individuales que hacen que algunos ratones sean más resistentes al estrés, por lo tanto, inician una respuesta inmune más tranquila (Hodes et al., 2014).

La depresión es un trastorno heterogéneo. La lucha de cada paciente es única dada su infancia, la genética, la sensibilidad de su sistema inmunológico, otras enfermedades corporales existentes y su estado actual en la sociedad. Estar en el extremo desventajoso de estas dimensiones irrita nuestro sistema inmunológico y causa inflamación crónica. El cerebro es muy sensible a estos marcadores inflamatorios circulantes e inicia el “comportamiento de enfermedad”. Cuando la inflamación se prolonga por factores estresantes u otras vulnerabilidades, el comportamiento de enfermedad se convierte en depresión.

Si usted es un profesional que trabaja con pacientes que sufren de depresión, le insto a que considere la salud de los sistemas inmunológicos de sus pacientes. Si usted es un paciente que sufre de un trastorno inmunitario exagerado (p. Ej., Artritis), no ignore los síntomas depresivos que podría estar experimentando. Si sufre de depresión, evite cualquier cosa que pueda exacerbar su respuesta inmunológica. ¡Este es otro ejemplo de la hermosa danza entre la mente y el cuerpo!

Referencias

Haapakoski, R., Mathieu, J., Ebmeier, KP, Alenius, H., Kivimäki, M., 2015. Metanálisis acumulativo de interleucinas6 y 1β, factor de necrosis tumoralα y proteína C reactiva en pacientes con trastorno depresivo mayor. Cerebro Behav.Immun. 49,206.

Hodes GE, Pfau ML, Leboeuf M, Golden SA, Christoffel DJ, Bregman D et al (2014). Las diferencias individuales en el sistema inmunitario periférico promueven la resistencia frente a la susceptibilidad al estrés social. Proc Natl Acad Sci USA 111: 16136–16141.

Krishnan V, Nestler EJ (2008). La neurobiología molecular de la depresión. Naturaleza 455: 894–902.

Lotrich, FE, Rabinovitz, M., Gironda, P., Pollock, BG, 2007. Depresión después de interferón alfa pe-gilado: características y vulnerabilidad.J.Psychosom.Res.63, 131–135.https: // doi .org / 10.1016 / j.jpsychores.2007.05.013.

O’Brien, SM, Scully, P., Fitzgerald, P., Scott, LV, Dinan, TG, 2007a. Perfiles de citoquinas plasmáticas en pacientes deprimidos que no responden al tratamiento selectivo con inhibidores de la recaptación de serotonina. J. Psychiatr. Res. 41, 326e331.

Tianzhu, Z., Shihai, Y., Juan, D., 2014. Efectos similares a los antidepresivos de cordycepin en un modelo de ratones de estrés leve impredecible crónico. Evid Complemento a Base. Alternativa Medicina. 2014, 438506.