No dejes que tu genética o tu pasado te detengan como rehén

La genética juega un papel importante en el desarrollo de estilos de alimentación en los niños. Si tiene la predisposición genética a la obesidad, como un niño puede haber tenido un apetito más grande que sus amigos o familiares. También puede haberse dedicado a comer cuando no tenía hambre o tenía dificultades para reconocer cuándo estaba lleno. Estos rasgos genéticos le habrían dificultado aún más, incluso en la infancia, mantener un peso saludable a pesar de su deseo de hacerlo. La predisposición genética a la obesidad también empeora por la fácil disponibilidad de alimentos de mala calidad que promueven la obesidad (alimentos con alto contenido calórico pero bajo en nutrientes) (Carnell 2008). La interacción entre la genética y las causas ambientales de la obesidad es un círculo vicioso. Por ejemplo, los genes que afectan su capacidad para sentirse lleno son solo una parte del problema. La otra parte tiene que ver con la composición de sus comidas, que luego puede afectar positivamente si esos genes de obesidad se expresan o no. Si sus comidas consisten en alimentos que tienen un mayor valor nutricional en comparación con las "calorías vacías", tenderá a sentirse más lleno (Scaglioni S 2011).

Otro factor en los estilos de alimentación son los estilos de comida familiar y las reglas. Por ejemplo, privar a los niños de alimentos "malos" (generalmente dulces o refrigerios grasos) o usar alimentos como recompensa o presionar a los niños para que solo coman "alimentos saludables" (traducidos a frutas y verduras) es más probable que causen problemas de peso . Comer en el horario regular de comidas es útil para prevenir problemas de peso (Scaglioni 2011).

Si eras pequeño y no te gustaba comer algo nuevo o diferente, no estás solo. Alrededor del veinte al treinta por ciento de todos los niños no les gustan los alimentos nuevos y este rasgo puede ser en parte genético. Esta aversión a los alimentos nuevos, sin embargo, también está relacionada con la exposición a nuevos alimentos antes de los ocho años. Si tus padres respondieron a tu nerviosismo o miedo a los alimentos nuevos al cocinarte solo tus comidas favoritas, esto puede haber reforzado tu aversión por los alimentos desconocidos y es posible que hayas llevado tus patrones restrictivos de alimentación a la adultez (Cooke 2007; Skinner 2002).

No importa cuál sea su genética, no importa lo que su familia le enseñó sobre la comida, su estilo de vida actual puede activar sus genes de obesidad o trastornos de la alimentación o desactivarlos. Si puedes comer comidas sanas y regulares, mover tu cuerpo con regularidad y controlar el estrés, puedes escapar al destino de tus genes. Si las reglas de alimentación familiar o el estilo de alimentación lo ponen en el camino de la obesidad o de un trastorno alimentario, puede trabajar con un nutricionista o dietista y su proveedor de atención médica para cambiar los patrones que ya no le convienen. No tiene que estar atrapado en el pasado o regido por sus predisposiciones genéticas. Evitar las dietas de moda o los cambios radicales es importante ya que estos enfoques nunca duran en el largo plazo. Haga pequeños pasos que pueda mantener y busque ayuda donde sea necesario para cambiar el rumbo hacia un estilo de vida que le permita expresar y ser todo lo que debe ser.