Poniendo nuestra política nacional en el sofá de la terapia

Como terapeuta existencial-humanista, busco maneras en que mis clientes eviten conectarse con su ser auténtico. Miro cómo los clientes se quedan atrapados al negar aspectos de su identidad. Tienen miedo de descubrir la verdad: los mensajes tóxicos que recibieron o interpretaron en la infancia son incorrectos y que no son malos seres humanos. Cuando era niño, creer en estos mensajes sirvió para protegerlos porque dependían de sus padres, familia y comunidad para sobrevivir. La mayoría, si no todos, de este tipo de protección, continúa operando en un nivel inconsciente.

Una creencia humanista es que el descubrimiento de los aspectos desautorizados de nosotros mismos nos mueve a conectarnos con nuestro ser auténtico. Cuando nos enfrentamos a lo que hemos estado evitando, naturalmente avanzamos hacia la salud y la integridad.

Un objetivo que tengo es ayudar al cliente a desarrollar una relación de confianza conmigo. Quiero que el cliente se sienta lo suficientemente seguro como para compartir lo que sucede internamente, cómo se siente acerca de sí mismo y de su mundo. Quiero apoyarlos para que sean tan curiosos como yo sobre su experiencia de vida. Su curiosidad les permitirá descubrir más de su yo oculto.

En nuestra sociedad, una poderosa protección que la mayoría de nosotros usamos es una crítica interna no saludable. Esta voz no se trata de una crítica constructiva de nuestros comportamientos, sino que es una expresión de auto-odio de quienes creemos que somos, basados ​​en nuestra experiencia de vida. Hemos recibido mensajes tóxicos de nuestras familias, escuelas, comunidad y medios de comunicación. Esta toxicidad no es la imagen completa, ya que también hemos tomado al afirmar mensajes. Sin embargo, los mensajes tóxicos pueden ser tan frecuentes que llegamos a creerlos.

Un buen ejemplo en nuestra cultura es la creencia de que nunca somos suficientes. No somos lo suficientemente inteligentes, no somos lo suficientemente bellos, no somos lo suficientemente competentes. Cada uno de nosotros puede nombrar los "no suficientes" para nosotros mismos. También existe el temor de que incluso si alcanzamos la suficiente esquiva, alguien lo invalidará. Si bien los mensajes son dolorosos y temen el miedo, también nos dan una identidad fija que es segura. Creemos que sabemos quiénes somos y qué tenemos que hacer. No necesitamos lidiar con la ansiedad de desafiar nuestro paradigma.

Cuando trabajo con un cliente, un antídoto para su crítico interno es que acceda a mi genuina curiosidad y compasión por mi cliente, por este ser humano en sus luchas y en sus victorias. Señalaré con suavidad cuándo su crítico está en la sala, con qué frecuencia ocurre y qué cree el crítico. Sigo haciendo esto hasta que se vuelven curiosos y compasivos con ellos mismos y cuestionan si lo que la voz crítica afirma es cierto. Se convierte en una danza de despellejar a la crítica y una apertura para descubrir la riqueza de quiénes son que ha sido escondida por el crítico interior. Descubren quiénes son, es mucho más que la identidad tóxica que el crítico interior ha reforzado. Se necesita coraje para que el cliente sea compasivo consigo mismo. No es con lo que están familiarizados. Es gratificante ver hacia dónde conduce la curiosidad y la compasión del cliente, hacia una identidad que en última instancia es más vital y que afirma la vida.

Esto me lleva a lo que está sucediendo en nuestro discurso político actual. Me pregunto si el arrojar odio, el aumento de la negatividad y la falta de respeto y civilidad es una indicación de que nuestra identidad nacional está siendo superada por un crítico interior. Hay una falta de curiosidad acerca de cualquier punto de vista opuesto y una falta de compasión por el motivo por el cual la oposición sostiene esa opinión. Me pregunto si esto está revelando una herida nacional. No me atrevería a saber cuál es la herida, sin embargo me comprometería con la herida nacional como lo haría con un cliente herido: con curiosidad y compasión. Como Carl Rogers escribió: "Cuando la otra persona está sufriendo, confundida, preocupada, ansiosa, alienada, aterrorizada; o cuando él o ella dudan de la autoestima, no están seguros de la identidad, entonces se requiere comprensión. . . En tales situaciones, la comprensión profunda es, creo, el regalo más precioso que se puede dar a otro ".

Ahora tenemos una oportunidad para que los ciudadanos de este país reconozcan que el odio expresado en nuestro diálogo nacional es una representación de parte de nuestro propio diálogo interno. Podemos utilizar esta conciencia para avanzar hacia la compasión no solo hacia nosotros mismos, sino hacia nuestro país y el mundo. Podemos utilizar esta conciencia para ser curiosos sobre en quién podemos convertirnos como un país que no se trata de odio y una identidad tóxica.

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Fuente: gustavofrazao / fotolia

Esta no es una tarea fácil. Es un desafío difícil. Necesitamos despejar cada uno el crítico interno y descubrir la riqueza de lo que somos como un país que está oculto por el diálogo vitriólico. Podemos recordar que la persona con la que estamos hablando es también humana. No hay nada que puedan decir que finalmente no podamos entender en algún nivel, porque todos estamos en el mismo camino humano. ¿Quién de nosotros no ha experimentado odio hacia otra persona? ¿Quién de nosotros no ha sido herido de alguna manera? ¿Quién de nosotros no quiere ser escuchado? Para sanar esta herida nacional, debemos entablar el diálogo no con críticas tóxicas, sino con curiosidad y compasión.