Una pregunta que todos temen formular

The Voorhes/Psychology Today
Fuente: The Voorhes / Psychology Today

No se puede jugar 20 preguntas con la naturaleza y ganar, argumentó el científico cognitivo Allen Newell en un artículo de 1973. Estaba criticando la investigación que es de abajo hacia arriba y enmarcada en términos binarios. No importa cuán hermosamente replicados, los experimentos discretos nunca producirán una comprensión coherente e ilustrativa de cómo funciona la mente.

Hoy poseemos un paradigma que cuenta con un poder explicativo real. La psicología evolutiva aborda cuestiones profundas sobre la naturaleza humana, que incluyen por qué los hombres y las mujeres, en promedio, operan con herramientas cognitivas algo diferentes. David P. Schmitt ha dedicado su carrera a trazar este panorama y comparte hallazgos importantes en "Sculpted by Evolution".

Suena genial, ¿verdad? Excepto que 45 años después de que Newell se preocupó por el futuro de la psicología, la meta-pregunta en el campo ya no es "¿Qué preguntas son útiles?" Es "¿Qué preguntas son fuera de lugar?" Cada vez más, la respuesta es: "Cualquier consulta eso hace que la gente se sienta incómoda o interfiera con su sentido de cómo debería funcionar el mundo ". Las diferencias sexuales psicológicas arraigadas en la biología están ahora en este campo.

Si la naturaleza no juega 20 preguntas, entonces la evolución seguramente no se suscribe a la falacia moralista: la creencia de que lo que debería ser es. No hay población humana en la tierra en la que los rasgos y habilidades cognitivas se distribuyan equitativamente. Esta declaración no debe ser controvertida.

Tampoco se debe sancionar a las personas por cuestionar los guiones culturales que rodean
diferencias de sexo. En el año 2017, se puede decir con absoluta certeza que las mujeres
todavía experimentan discriminación en el lugar de trabajo de todo tipo. Pero la advertencia de que ganan 77 centavos por cada dólar ganado por los hombres es falsa. Cuando los científicos sociales controlan la elección de carrera y ocupación universitaria, así como durante años en la fuerza de trabajo, la brecha se reduce a tan solo 5 a 7 centavos. La variable más importante parece estar impulsada por una diferencia de sexo que la psicología puede elucidar: en promedio, las mujeres gravitan hacia ocupaciones que no pagan un dólar superior.

Entre Escila y Caribdis de la biología, la ceguera y la oscuridad estadística es una cultura inundada de indignación. La gente quiere creer que los sexos son gemelos mentales, porque tener capacidades idénticas es la única manera de garantizar la igualdad de trato. Por esta lógica defectuosa, presuponer que los hombres y las mujeres son cognitivamente idénticos significa que la subrepresentación de las mujeres en campos como la ingeniería y la física debe derivarse solo de las fuerzas sociales.

Tal vez el único hecho en el que todos estamos de acuerdo es que la naturaleza no se preocupa por la equidad. Ese es el trabajo de la sociedad. El mayor salto cultural de América en el último siglo es la negativa a discriminar por motivos de raza, sexo o credo. Reconocer las diferencias biológicas no es discriminar sobre esa base, ni justificarlo alguna vez. Por esa sola razón, ninguna pregunta debería estar fuera de los límites.