Los psicólogos no deben diagnosticar a las celebridades

Los escándalos que involucran a celebridades como Justin Bieber pueden despertar el deseo público no solo de condenar sino también de comprender el comportamiento de figuras públicas. El reciente arresto de Bieber por DUI ha sido blanco tanto de la indignación pública como de las especulaciones sobre las causas psicológicas de su comportamiento.

Los psicólogos y otros profesionales de la salud mental están en una posición única para informar esta discusión. Capacitados para diagnosticar, comprender y tratar las afecciones de salud mental, tenemos el potencial de realizar un valioso servicio de diagnóstico y explicación del comportamiento disfuncional percibido de las celebridades ante el público. Sin embargo, el diagnóstico de celebridades que no hemos conocido corre el riesgo de socavar la integridad percibida de nuestro campo, dañar a las celebridades evaluadas y poner en peligro nuestro papel en la sociedad.

No hay ningún precedente en el campo de la salud mental para diagnosticar a un individuo sin recibir información directa de ese individuo. La práctica estándar implica el uso de una variedad de fuentes de información, pero casi siempre involucra información directa del paciente, preferiblemente en forma de entrevista clínica. Hacer un diagnóstico confiable y válido (p. Ej., Trastorno del estado de ánimo, adicción) es bastante difícil con toda la gama de herramientas de evaluación disponibles, pero hacerlo sin contacto con una persona es extremadamente difícil y corre el riesgo de malinterpretar los hechos de un caso. Aún más problemático es tratar de explicar el comportamiento de las celebridades con mecanismos psicológicos inconscientes hipotéticos, como se evidencia en la reciente cobertura de los medios de Anthony Weiner y Alex Rodríguez; ambos acusados ​​de deficiencias del "ego" y del "yo". Estos constructos se teorizan como total o parcialmente no conscientes, y por lo tanto no pueden ser definitivamente probados o falsificados. Además, se evalúan mediante autoinforme o prueba proyectiva. La combinación de presentar un diagnóstico no confiable y no válido con una explicación que por definición no puede ser probada o evaluada adecuadamente abre nuestro campo a preguntas sobre la integridad de nuestro proceso de diagnóstico, una base de nuestra profesión.

Además, las evaluaciones especulativas corren el riesgo de dañar no solo a la celebridad seleccionada, sino también a aquellos que luchan con problemas similares. Recibir un diagnóstico de salud mental puede ser estigmatizador incluso en el contexto de un entorno clínico privado y controlado. Sin embargo, ser diagnosticado públicamente por un profesional de salud mental corre el riesgo de una experiencia estigmatizadora. En este caso, es discutible que un observador sesgado (es decir, un profesional de la salud mental con conocimiento limitado de una celebridad) pueda adoptar un comportamiento discriminatorio (es decir, criticar públicamente a la celebridad) con el riesgo de efectos negativos para la celebridad. Esto también puede dañar a otras personas que luchan privadamente con problemas similares que pueden temer un tratamiento similar si están expuestos. Como una de las misiones principales de nuestra profesión es ayudar a desestigmatizar las enfermedades mentales y el comportamiento disfuncional, diagnosticar celebridades puede socavar este objetivo.

Finalmente, la combinación de un diagnóstico poco fiable y una crítica de las celebridades corre el riesgo de dañar el papel crucial que desempeñan los psicólogos y otros profesionales de la salud mental en la sociedad. En teoría, nuestro trabajo es proporcionar un espacio seguro y confidencial para que las personas puedan tratar sus problemas más difíciles. Dos de los aspectos más importantes de este proceso es la confianza de que los psicólogos evaluarán con precisión y no juzgarán injustamente a nuestros pacientes. Los diagnósticos públicos de celebridades perjudican la misión del campo de proporcionar un "lugar seguro" para que las personas solucionen sus problemas y socaven nuestro valor social.

Es poco probable que el objetivo de cualquier profesional de la salud mental en la presentación de un diagnóstico de celebridad sea dañar la profesión u otros. Hay pautas específicas que podemos establecer para ayudar a evitar esta trampa:

1) No hable directamente sobre el diagnóstico o los procesos psicológicos de nadie. Estamos obligados por la confidencialidad a no hablar sobre las personas que hemos evaluado, y obligados por nuestra ética a no hablar sobre personas que no hemos evaluado.

2) Centrarse en educar al público sobre el diagnóstico y las posibles causas y tratamientos de los trastornos sin vincularlos a una persona específica.

3) Finalmente, modele cómo queremos que el público trate a las personas con problemas de salud mental al hablar cuando los legos o los periodistas usan términos psicológicos de manera frívola e inexacta.

Tratar a las celebridades con la misma cortesía y respeto que le daríamos a nuestros pacientes nos permite dar un ejemplo de cómo entender y tratar a las personas con problemas de salud mental y de comportamiento y promover los objetivos de nuestra profesión.