¿Por qué los viejos hábitos son difíciles?

¿Por qué los viejos hábitos son tan duraderos incluso cuando obtenemos información sobre sus efectos dañinos y estamos decididos a cambiarlos? ¿Cómo podemos explicar ese comportamiento que va en contra de nuestro propio interés? La respuesta podría estar en nuestros motivos inconscientes. Es decir, muchas decisiones se toman sobre la base de procesos emocionales e inconscientes. El motivo inconsciente es principalmente inaccesible a cualquier articulación verbal, y se activa al percibir una señal (tentación).

Por ejemplo, ver y oler las galletas recién horneadas hacen que uno se acerque antes de darse cuenta de que uno está a dieta. Luego preguntamos: "¿qué estaba pensando?", Lamentablemente, la respuesta es: no hubo demasiado pensamiento involucrado. Sin embargo, es posible que no sepamos que nuestro entorno influye en nuestro comportamiento porque los estímulos pueden activar objetivos y ansias. Esto explica por qué es más fácil cambiar nuestro entorno que cambiar nuestros hábitos. Cambia el ambiente y luego deja que las nuevas pistas hagan el trabajo.

¿Quién está realmente a cargo cuando tomamos decisiones en la vida diaria? Las decisiones individuales se entienden mejor como las interacciones entre la deliberación y el impulso. El premio Nobel Daniel Kahneman ha descrito estos dos sistemas como deliberativos (Sistema 2) e impulsivos (Sistema 1). El sistema deliberativo es generalmente esforzado. Cuando estamos tranquilos, el sistema deliberativo guía el pensamiento racional lento. El sistema impulsivo actúa espontáneamente sin considerar las consecuencias más amplias de la acción. Los juicios instantáneos diarios son hechos por el sistema impulsivo sin procesar la información. El sistema impulsivo es relativamente fácil y espontáneo.

La decisión final se determina con base en la fuerza relativa del sistema impulsivo y el sistema deliberativo. La capacidad de "equilibrar" estos dos sistemas es fundamental para el autocontrol exitoso y para mantener un control esforzado en la búsqueda de un objetivo a largo plazo. La falla de autocontrol implica que estos dos sistemas entren en conflicto entre sí.

El núcleo de un sistema impulsivo está hecho de hábitos aprendidos. En ausencia de autocontrol, el comportamiento habitual es la opción predeterminada. Especialmente cuando estamos bajo la influencia de emociones abrumadoras, reaccionamos a las señales que nos rodean sin darnos cuenta de ello. Volvemos a nuestro antiguo hábito cada vez que enfrentamos un evento estresante. Con cada repetición, sin embargo, los patrones de comportamiento se vuelven más automáticos y parte de un sistema inconsciente.

Los hábitos producen y son reflejos de los cambios en el cerebro. El psicólogo Gerald Edeman señala que la mayoría de nuestros hábitos toman forma a nivel neuronal a través de las conexiones entre las células cerebrales. Cuanto más frecuentemente se usa un circuito en particular en el cerebro, más fuertes se vuelven sus conexiones. Por ejemplo, la experiencia de la depresión imprime una tendencia a recurrir a ciertos patrones de pensamiento (por ejemplo, sentirse desesperado vocalizado como "¿cuál es el punto?"). Si no se intenta modificar estos patrones inconscientes, todos somos prisioneros de viejos patrones y creencias arraigadas. La libertad emocional (por ejemplo, la libertad del miedo a la soledad, la desesperación, la ira o el odio a uno mismo) depende de superar este patrón habitual.

La conciencia reflexiva conduce al libre albedrío. La conciencia reflexiva más lenta y deliberada permite flexibilidad para proporcionar frenos efectivos a los impulsos y las respuestas habituales. Sin embargo, la percepción no es suficiente para un cambio sostenido. Debe ser seguido por esfuerzos repetidos para reforzar una nueva comprensión y nuevas habilidades de afrontamiento. De hecho, la evidencia indica que una terapia prolongada brinda la oportunidad de cambiar de manera efectiva el viejo patrón habitual arraigado. Por mucho que uno desee arreglar rápidamente una amplia gama de síntomas y dificultades emocionales. Sin embargo, el alivio rápido de los síntomas no es permanente.

La investigación sobre el poder de la neuroplasticidad sugiere que el cerebro es realmente maleable y está conformado por la experiencia. Por ejemplo, la evidencia muestra que la terapia de comportamiento cognitivo tiene el poder de cambiar sistemáticamente la química cerebral defectuosa en los pacientes con TOC. Por lo tanto, el entrenamiento mental (por ejemplo, la meditación y la TCC) puede alterar la química del cerebro y cambiar físicamente el cerebro. Eventualmente, una nueva forma de pensar puede volverse automática y natural. El mensaje es que debemos ejercitar nuestro cerebro de la misma forma en que ejercitamos nuestro cuerpo. Esto significa que, hasta cierto punto, tenemos el poder de cambiar la estructura y la función de nuestro cerebro.