Hace un año, la costa este estaba siendo devastada por el impacto del huracán Sandy. Para aquellos de nosotros en Nueva Jersey y Nueva York, el impacto fue en algún lugar entre la devastación profunda y completa. Fuimos testigos de lo mejor en rasgos humanos y lo peor; de aquellos que desinteresadamente ayudaron a otros a aquellos que, ignorando las advertencias, pusieron a otros innecesariamente en riesgo. Fuimos testigos de aquellos que estaban bien preparados para la terrible arremetida y los que no hicieron nada más que convertirse en víctimas.
Como planificador financiero, veo estos rasgos en muchas personas en lo que se refiere a su disposición y capacidad para considerar sus necesidades y planificar su futuro. Algunos han convertido el pensamiento en acción y están en camino a vivir su futuro preferido, mientras que otros no han hecho nada más que hundirse más y más en un agujero de desesperación y fracaso.
Las imágenes de calles inundadas, casas derruidas y barrios devastados nos recuerdan lo que sufrimos el año pasado. Para aquellos de nosotros que estuvimos seguros en nuestros hogares pero sin electricidad, estas son imágenes nuevas y conmovedoras. Lo que es más importante, debemos tomarnos un momento para recordar la dura experiencia que muchos vivieron y los que perecieron, y celebrar los muchos actos de coraje y generosidad extendidos a otros necesitados.
Nuestras vidas financieras pueden ser tan frágiles como lo era nuestra infraestructura hace un año, a menos que tomemos medidas activas para prepararnos para posibles problemas y mitigar los riesgos siempre que sea posible. En preparación de la inminente tormenta, las personas compraron generadores, abastecieron suministros y crearon planes de contingencia. Estos mismos pasos son necesarios e importantes al considerar lo que necesitamos para vivir una vida económicamente responsable y apropiada. ¿Ha revisado o considerado alguno de los siguientes:
Al igual que el impacto de un huracán, nuestras vidas financieras se pueden reducir a escombros sin una planificación adecuada y la consideración de nuestras necesidades y objetivos dentro de nuestras limitaciones financieras. Pero con atención, pensamiento y acción, somos más capaces de resistir la avalancha de desastres inesperados. Las secuelas del huracán Sandy son una gran lección de resiliencia, un rasgo de carácter necesario para todos nosotros.